Cudillero, el color mirando al mar Pueblos

Sus coloridas casas de pescadores son lo más reconocible este encantador pueblo asturiano. Enclavadas en la falda de la montaña, desde ellas descienden estrechas callejuelas que conforman un decorado de postal. Pero lo cierto es que esta villa es mucho más: historia, folclore, barcas de pescadores, un evocador faro y playas vírgenes que le otorgan un atractivo sin igual.

Lo primero que hay que saber de Cudillero es que adentrarse en la localidad no es, ni mucho menos, sencillo. Aquel que desee perderse entre sus callejuelas deberá tener en cuenta que llegar en coche al centro es imposible. El acceso se realiza por una angosta carretera que lleva hasta una zona donde hay que dejar el vehículo y seguir el recorrido a pie. Pero merece mucho la pena el paseo.

Contemplar la distribución de sus construcciones ayuda a entender un poco mejor la historia de este lugar. La villa nació en torno a la actividad pesquera y tuvo la flota más grande de Asturias y una de las más destacadas de todo el Cantábrico. Aunque el concejo como tal comienza su andadura en el siglo XIX, Cudillero ha estado habitado desde la prehistoria, como atestigua el descubrimiento de cantos tallados y variado instrumental.

También consta la presencia de pueblos prerromanos con los restos de varios poblados fortificados en la zona. Y ya en la Edad Media aparecen los primeros documentos escritos que hacen referencia al ámbito territorial de lo que hoy en día es el término municipal. Del siglo X datan algunas noticias históricas, sobre todo relacionadas con el ámbito eclesiástico y la vida del pueblo.

Algunos historiadores suponen que los primeros pobladores Cudillero fueron pescadores procedentes de otros puertos de la costa cantábrica, que se instalaron allí por la situación resguardada del puerto, y que le dieron el nombre de ‘Codillero’ en el siglo XIII -tal vez proveniente de codo o codillo, por la forma de dicho puerto-.


Cudillero, Asturias

El folclore pixueto

Mientras que los habitantes del concejo reciben el gentilicio de cudillerenses, los de la villa son nombrados como pixuetos, debido a la actividad de la pesca. En la localidad, estos últimos vivían en las proximidades del mar, mientras que el resto vivía en zonas del interior dedicadas fundamentalmente a la ganadería. Esto dio lugar a una lengua propia, el pixueto, exclusiva de Cudillero y habitual de esta villa marinera. Se cree que era una mezcla del idioma de los vikingos y el bable y aún hoy se sigue hablando entre los más mayores.

En la actualidad, en la celebración del Día de San Pedro se lleva a cabo una de las costumbres más antiguas del lugar y que marca el inicio de las fiestas. Se trata de L´Amuravela, un pregón en pixueto que narra de manera resumida los acontecimientos más destacados durante el año en Cudillero, Asturias, España y el mundo. Este pregón es una Fiesta de Interés Turístico Nacional desde 1975, se recita tras la misa y la procesión de San Pedro y es lo que está manteniendo viva la lengua.

Pero el pixueto también es cultura: otro acto curioso es el bautizo pixueto, que tiene lugar el 1 de julio, en el día de San Pablín. En primer lugar, se hace una procesión marinera en recuerdo de quienes han perdido la vida en el mar y después se procede al bautismo de unas cien personas. Todos los bautizados reciben un diploma en el que se les acredita como pixueto de adopción.

Un lugar para perderse

A Cudillero se llega desde las alturas, puesto que el pueblo se enclava en un acantilado. Justo en la última bajada antes de llegar al puerto, conviene hacer una parada en un bonito mirador desde el que se contempla una de las escarpadas playas del concejo. Cuenta con dos zonas de aparcamiento, donde se debe dejar el coche e ir caminando hasta la población, ya que por sus calles no está permitida la circulación.

Pero esto no supone un impedimento para la visita, porque Cudillero se descubre paseando. No se trata de un lugar de grandes monumentos, sino de preciosos rincones. La primera parada es el antiguo puerto pesquero, desde donde se observa la fusión de mar y montaña de este lugar. De allí sale un puente colgante que acorta el camino hacia el pueblo.

Antes de tomarlo, es más que recomendable seguir el espigón a cuyo lado, un sendero se dirige a la Punta Roballera, donde se encuentra el faro sobre un acantilado a 75 metros de altura. El faro de Cudillero fue inaugurado en 1858 y ha vivido múltiples remodelaciones hasta llegar a su aspecto actual. Cuenta con una potente lámpara que puede verse a 25 millas de la costa.

Volviendo a la urbe, llegamos al máximo atractivo del lugar: su anfiteatro de casas de pescadores pintadas de colores que cubren toda la ladera. Su viveza y disposición escalonada sin duda ayudaron que fuese declarado Conjunto Histórico en el registro de Bienes de Interés Cultural. Además, lo han convertido en uno de los sitios más fotografiados de Asturias.

Las coloridas construcciones rodean la Plaza de la Marina, el enclave más animado y bullicioso de Cudillero y donde se congregan la mayoría de los restaurantes. Es el lugar perfecto para probar su producto estrella, el pixín o rape, que se elabora de las formas más diversas. En las cartas abundan los platos de pescado típicos, como la merluza o el besugo, y mariscos como los centollos o las langostas.


El pueblo asturiano de Cudillero

Tras reponer fuerzas, hay que poner rumbo a los miradores, desde donde ver Cudillero a fondo. Para llegar hasta ellos desde la Plaza de la Marina, hay que meterse entre las casas y preparar las piernas para subir unas cuantas escaleras siguiendo las barandillas que indican el camino. Los miradores más recomendables son el de la Garita y el de la Atalaya. Este último es el punto más alto desde el que se divisa toda la localidad, el faro y el puerto.  

Más rincones para disfrutar

Durante el ascenso, una parada obligatoria es la Plaza de San Pedro, en la que encontramos la Iglesia del mismo nombre, dedicada al patrón de los marineros. Fue construida a mediados del siglo XVI y conserva algunas tallas importantes, como un San Francisco de Asís, y un retablo barroco con un Cristo crucificado, ambos del siglo XVII.

Hay muchos más sitios que ver en Cudillero, como la Capilla del Humilladero, que es el edificio más antiguo del pueblo. Su origen data del siglo XIII y es venerado desde entonces por los marineros, que acudían a ella en busca de protección y buena suerte. Según algunos escritos antiguos, aquí también se zanjaban conflictos legales entre vecinos o se llevaba a rezar a los condenados a muerte.

Por último, en el regreso tras la visita a esta villa, hay otro lugar que merece una parada: El Pito. Es una localidad muy próxima que ofrece un último regalo para la vista, una sucesión de casas indianas entre las que despunta el Palacio de Selgas, un espectacular conjunto del siglo XIX que es conocido por muchos como el ‘Versalles asturiano’.

Su interior es una suerte de museo que alberga obras de Goya o de El Greco, así como porcelanas, tapices, orfebrería y muebles antiguos, mientras que su exterior conserva una zona ajardinada. De hecho, los jardines de Selgas, inspirados en el estilo francés, inglés e italiano, son de los más interesantes de España. El conjunto arquitectónico se completa con la iglesia-panteón de Jesús de Nazareno, con un peculiar estilo románico y en cuya cripta se encuentra el altar religioso más antiguo del país.  

Curiosidad gastronómica: el curadillo

Durante el ascenso a los miradores, puede verse en algunas de las fachadas unas extrañas pieles colgadas para secar. Es el curadillo, una curiosidad gastronómica típica de Cudillero. Se trata de un pequeño tiburón: el galeus melastomus, del que vivieron durante mucho tiempo los pescadores.

De su hígado se extraía aceite que principalmente se usaba para iluminar y su piel era empleada para lijar y pulir tanto metales como maderas. Además, su carne seca servía de alimento cuando los barcos no podían salir a la mar.

El curadillo se ha comido en esta villa desde tiempos inmemoriales y, hace unos años, volvió a ganar popularidad y puede degustarse en la mayoría de los restaurantes de Cudillero. Después de limpiarlo, el escualo se seca al aire, sin más curtido que éste. Una vez seco, se conserva bastante tiempo y, para comerlo, hay que ponerlo a remojo 24 horas antes para luego cocinarlo como antaño: con ajo, cebolla, pimiento, laurel y un poquito de picante.

Leyendas de vikingos

El origen del dialecto pixueto podría ser un legado de los vikingos, pues se considera que estos guerreros nórdicos se asentaron en lo que es hoy Cudillero. Cuenta la leyenda que llegaron atraídos por el abrupto relieve de la costa, que lo convertía en un escondite ideal y difícil de localizar por sus enemigos.

La historia especula con que, en la alta Edad Media, los normandos llegaron a esta villa desde la lejana Dinamarca y que se asentaron estableciendo un puerto para acceder desde allí a las costas de Galicia e, incluso, para seguir navegando hacia Al-Andalus, donde se sabe que emprendieron saqueos.

Aunque no se tiene la certeza absoluta, la aparición de esa lengua mezcla de vikingo y bable y la presencia de características genéticas -pelo rubio y ojos azules- entre algunos habitantes de Cudillero, hacen pensar que pudo ser así.  

Texto y fotos: Esther Ortega

 

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NIPO: 121-21-001-7

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